*La Flor de Nochebuena*
Cuenta una leyenda que hace mucho, mucho tiempo, en un pequeño pueblo de México, todos los habitantes se reunían en la iglesia cada año durante el nacimiento de Jesús para dejarle algún regalo. Pablo era un niño de ese pueblito y veía llegar a muchas personas desde muy lejos con regalos hermosos: cestas de fruta, ropa, algún juguete… Pero él era muy pobre y eso lo hacía sentir mal. Quiso esconderse para evitar que otros miraran que no tenía nada que dar, fue y se metió en un rincón de la iglesia y comenzó a llorar, pero de pronto de sus lágrimas que habían caído al suelo, comenzó a brotar una planta con hermosas flores de pétalos rojos.
Pablo comprendió que aquella flor era un regalo de Dios, para que se la regalara al niño Jesús. Contento fue y depositó aquella flor juntos con los regalos de los demás, pero manteniendo el secreto que había nacido de sus lágrimas. El resto de personas, al ver aquella planta tan bella, decidieron llevar una idéntica cada año. Ese gesto, poco a poco, se convirtió en una tradición, y hoy en día en todos los hogares una bella flor deslumbra a todos con sus intensos pétalos rojos.
Lc 1,46-56
Mi corazón se regocija en el Señor, tengo la frente erguida gracias a mi Dios.
Mi boca se ríe de mis enemigos, porque tu salvación me ha llenado de alegría.
El arco de los valientes se ha quebrado, y los vacilantes se ciñen de vigor;
los satisfechos se contratan por un pedazo de pan, y los hambrientos dejan de fatigarse;
la mujer estéril da a luz siete veces, y la madre de muchos hijos se marchita.
El Señor da la muerte y la vida, hunde en el Abismo y levanta de él.
El Señor da la pobreza y la riqueza, humilla y también enaltece.
El levanta del polvo al desvalido y alza al pobre de la miseria,
para hacerlos sentar con los príncipes y darles en herencia un trono de gloria.
El texto bíblico de hoy es parte del Cántico de Ana – la madre de Samuel, el profeta y gran líder de Israel. Quien conoce toda la historia (cf. 1S 1,1-28), sabe que Ana era una mujer estéril, humillada por su condición. El cántico de Ana desborda de alegría en el momento cuando tenía en sus brazos el bebé Samuel tan deseado, esperado y querido. Es una alabanza a Dios que hace las cosas maravillosas y se percata de los más pequeños y humildes de la tierra. Expresa un profundo sentido de agradecimiento por el don de Dios recibido en su hijo. Unos siglos después, otra joven – María, se inspiró en las palabras de Ana para alabar a Dios por Su plan de salvación y por el don recibido en el Niño Jesús.
Ser agradecido es reconocer el don recibido. Jesús llama “felices” (cf. Mt 5,3- 12) a los pequeños de la tierra, no tan solo por el hecho de ser pobres, llorar, reclamar la justicia, ser humillados o ser perseguidos etc., sino por presenciar la gracia del Reino de Dios. Sí, ser agradecido/a por el don gratuito de Dios recibido nos llena con una auténtica alegría y felicidad.
❁ ¿Qué, pensamos, tienen en común el niño Pablito, Ana y María? ¿Qué significa para nosotros ser “pobres de espíritu”?
❁ ¿Qué gracia y regalos de Dios recibimos como familia o comunidad?
❁ ¿Cómo vivimos la gratuidad – recibir y dar gratis?
❁ (Dejamos un espacio a los participantes para compartir sus preguntas y reflexiones)
✎ Durante día de hoy quiero agradecer a Dios (en oración) y a las personas (diciendo “gracias”) por los favores o servicios recibidos, también aquellos que ya me parecen normales.
✎ Acompañemos a nuestros niños: Completamos nuestro pesebre con las figuritas de los diferentes animalitos y árboles. Toda la creación se regocija ante la venida del Señor.
“La alegría evangelizadora siempre brilla sobre el trasfondo de la memoria agradecida: es una gracia que necesitamos pedir.”
Evangelii Gaudium, 13