* Compras de Navidad *
Don Adán con su yerna Ana y sus dos pequeños nietitos vivían en una casita solitaria entre las montañas. Los tiempos eran difíciles y su hijo se fue a trabajar al extranjero para sustentar a su familia. Prometió pasar la Navidad en casa. ¡Qué ilusión! Los niños todos los días hablaban de los regalos que su
papá les traerá para la Navidad… Acercándose la fecha de Navidad crecía la ilusión de los niños, pero también la preocupación de Ana: ¿Alcanzará llegar su marido? ¿Ganó suficiente dinero para poder viajar a casa? Ya nos faltan los víveres: ¿cómo vamos a pasar la Navidad? Llegando el día 24 de diciembre Ana sollozó detrás la chimenea para que los niños no vean su tristeza, sabiendo que su esposo, parece, no podrá llegar a tiempo…
Pero el abuelo Adán ya lo había planeado todo: se preparó para bajar por la montaña al pueblo más cercano. Allí en la tienda conseguirá todo lo necesario: algunos víveres y los regalos para los chicos. Conoce al dueño de la tienda, se lo puede pedir prestado. Otro día se lo pagará… Y a los niños dirá que su papá envió estos regalos para ellos, pero que tuvo que quedarse todavía en su trabajo.
Llegando al pueblo, el dueño de la tienda no le quiso dar los víveres a
préstamo. Así que el abuelo Adán tuvo que darle una garantía: lo único que tenía – su apreciado reloj que le regaló todavía su padre cuando era joven. Llenó rápidamente su mochila con algunos víveres, y claro, ¡no olvidarse de los regalos!… El camino de vuelta subiendo la montaña era muy difícil. Se desató una tormenta de nieve. Aunque el abuelo Adán conocía el bosque como la palma de su mano, en esa tormenta no se podía ver nada. Y ya se hacía tarde…
De repente alguien más viene por el sendero. “Papá, ¿qué haces aquí?”, le dice ayudándole a levantarse y a cargar su mochila. A casa llegaron ya los dos juntos: el abuelo Adán y su hijo que llegó justo a tiempo.
Qué alegría de esa noche buena. Entre los humildes regalos había un especial: “Papá, este es para ti.” Desenvolviendo el pañuelo don Adán reconoció su viejo reloj… Su hijo lo había recuperado pagando la deuda en la misma tienda del pueblo.
Jn 5, 33-36
Jesús dijo a los judíos:
«Ustedes mismos mandaron preguntar a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para la salvación de ustedes. Juan era la lámpara que arde y resplandece, y ustedes han querido gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo. Estas obras que yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado.»
El texto bíblico de hoy nos presenta las palabras de Jesús después de uno de los signos que realizó: la curación de un paralítico en la piscina de Betesda en un sábado (cf. Jn 5,1-18). Aunque Jesús hizo este gran signo, para muchos no era suficiente para descubrir la presencia de Dios en Jesús. La persona de Juan el Bautista era uno de los testigos enviados para
anunciar la misericordia de Dios visible en Su Hijo Jesucristo. Pero el mayor testimonio es la obra misma de Jesús – su vida entregada por los demás. A través de ella Jesús revela el rostro misericordioso del Padre. “El que me ha visto, ha visto al Padre.” (Jn 14,9), afirma Jesús más tarde a sus discípulos. Nuestras buenas obras cotidianas son como pequeñas luces que dan testimonio del amor del Padre hacia la humanidad. Ciertamente, nos traen
mucha alegría e iluminan nuestro camino por un momento. Pero más que todo, apuntan a gran amor del Padre que nos tiene a todos. Todos somos enviados para dar testimonio de Cristo. Especialmente en este tiempo más cercano a la Navidad. Nuestras obra de misericordia: amor, solidaridad aunque diminutas son como una luz para iluminar y alegrar a los demás. Significan seguir a Jesús – el enviado del Padre.
❁¿Quiénes son los testigos de Jesús para mí que encienden la luz de fe
y esperanza en mi corazón?
❁ ¿Cuál era la manera de vivir la Navidad en la familia de don Adán?
¿Cómo mantuvo el abuelo Adán la esperanza navideña viva? ¿Cuál
era el mejor regalo para él?
❁ ¿Cómo podría prepararse mejor nuestra familia para esta Navidad?
❁¿Qué testimonio podemos dar juntos? ¿Cuál sería el mejor regalo
para nosotros… y para los demás?
✎Estar más atento/a a las ilusiones, sueños, necesidades de las
personas que me rodean…
✎ (para los niños): Preparemos un lugar en nuestra casa donde tendremos el pesebre, armamos la casita y colocamos los foquitos
pero no los encendemos todavía… Recordemos que Jesús viene como una luz que ilumina nuestra vida.
“Con el testimonio, y también con la palabra, las familias hablan de Jesús a los demás, transmiten la fe, despiertan el deseo de Dios, y muestran la belleza del Evangelio y del estilo de vida que nos propone. Así, los matrimonios cristianos pintan el gris del espacio público llenándolo del color de la fraternidad, de la sensibilidad social, de la defensa de los frágiles, de la fe luminosa, de la esperanza activa. Su fecundidad se amplía y se traduce en miles de maneras de hacer presente el amor de Dios en la sociedad.”
Amoris Laetitia 184