El inicio de la misión en Laja y Tambillo se concretizó en el año 1982. Uno de los criterios para iniciar una presencia en este sector del altiplano, fue responder a las demandas misioneras de aquel entonces; fue una grata invitación a descubrir y anunciar la Palabra Liberadora del Evangelio de Jesucristo en medio del Pueblo Aymara.
En esta iglesia particular, desde aquel entonces se buscaba configurar una Iglesia con rostro propio, inculturada y ministerial. Este proceso ya tenía, en ese tiempo, varios años de implementación, impulsado, sobre todo, por Mons. Adhemar Esquivel. Otros varios agentes de pastoral, tiempos antes que nosotros, ya estaban entregando la vida en esta maravillosa tarea.
Por nuestra parte, inicialmente, utilizamos la organización parroquial para iniciar allí nuestra presencia. Fueron desde las Parroquias “Inmaculada Concepción” – Laja – y “Señora de la Natividad”, en Tambillo. El desafío era evangelizar en y desde la cultura aymara, desde su cosmovisión, desde sus símbolos y costumbres.
Cuando llegamos, encontramos la implementación de un paradigma eclesial que se fundamentaba en la celebración de los sacramentos, el anuncio de la Palabra, y la animación de grupos y comunidades por parte de catequistas y líderes. Una de las estrategias para llegar a las comunidades fue las visitas periódicas a cada una de ellas.
Muchas de estas personas fueron nuestros guías y maestros, quienes con paciencia y cariño, nos acogieron y nos dieron la bienvenida. Varias de ellas aún hoy continúan siendo nuestros referentes: las familias Aruquipa, Fernández, Mamani, Quispe, Chávez y muchas más; no podemos dejar de recordar y mencionar con cariño a Carlota, a Teodoro, a don Félix, a don Gustavo, a doña Natalia y don Urbano, a Donato, a los “Juanitos”… y tantas otras personas a quienes estamos profundamente agradecidos.
Con el tiempo se fue sintiendo la necesidad de responder a otros desafíos que se presentaban en esa realidad y contexto misionero y pastoral; uno de ellos fue la formación, inicial y permanente, de catequistas, diáconos y otros agentes de pastoral; esta misma necesidad la descubrían los mismos misioneros y misioneras que llegaban de otras tierras y culturas. Así es que en el año 1992 se crea el Instituto Teológico Pastoral Aymara (I.Te.P.A.). Durante muchos años, este centro de formación y reflexión fue la mediación oportuna para canalizar la formación permanente. En cierta medida el I.Te.P.A. fue una de las maneras distintivas que caracterizó a nuestra Región.
Un año después, en 1993, se crea un Centro del Instituto Superior Normal Católico “Sedes Sapientiae” – Centro Laja, en la modalidad de “Cursos de Verano”; este centro, con alcance nacional, se dedicó a la profesionalización de maestros y profesores de Religión, Ética y Moral, tanto para el nivel primario como para el secundario. De esta manera, el centro, formó parte de la gran familia de la Normal Católica, con muchos años de experiencia y compromiso educativo en Bolivia.
En las misiones de Laja y Tambillo la misión siempre fue cooperativa: además de la extensa lista de laicos, mencionamos a la comunidad religiosa de las Hnas. Misioneras Siervas del Espíritu Santo (Ssps) – de la cual aludimos a la Hna. Irma Schefer por el extenso tiempo de estadía en Laja y por su servicio-; a las Hnas. Misioneras Aymaras, quienes durante algún tiempo constituyeron una comunidad en formación inicial, y de las Hnas. Misioneras Lauritas; estas últimas con residencia en Tambillo e incidencia pastoral directa en la parroquia y sus comunidades.
Cabe mencionarse, en el inicio y desarrollo de la misión en Laja y Tambillo, el desempeño de Cristóbal Bialasik, svd, ahora Obispo en la Diócesis de Oruro, quien durante mucho tiempo misionó en estas parroquias. Así como él, muchos otros misioneros del Verbo Divino entregaron la vida, en fidelidad creativa, para hacer visible y presente el Reino y Reinado de Jesucristo. A todos ellos muchas gracias.
Que María de Ch’ijipata, madre del Verbo Divino, continúe bendiciendo la misión y el compromiso misionero, favoreciendo y gestando la vida en el querido y amado pueblo aymara.
(Tomado de los archivos SVD – Bolivia)